La aparición de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha revolucionado las intercomunicaciones humanas incidiendo en todos los ámbitos de la vida. Su impacto en la política y en el debilitado sistema democrático está suponiendo un paso adelante en los mecanismos innovadores de participación ciudadana que buscan avanzar hacia una democracia representativa más participativa.
Por sus potencialidades comunicativas e informativas, las nuevas tecnologías tienen la posibilidad de contribuir a resolver ciertos problemas de las democracias parlamentarias como las distancias existentes entre representantes y representados a la vez que hacen posible una democracia sin límites de tiempo, espacio u otras condiciones físicas . Facilitan la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones públicas, pero conviene tener presente que son un simple instrumento al servicio de la voluntad política y que, por tanto, sus potencialidades en la participación ciudadana dependen en buena medida de esta voluntad. En este sentido, la realidad es que la incorporación de Internet en la política ha sido a menudo unidireccional y, lejos de fomentar la e-democracy y activar la participación ciudadana, ha tendido a potenciar la e-governance, entendiendo el ciberespacio en un sentido unidireccional que permite a los gobiernos una mejor gestión de gobierno y una mejor información de los ciudadanos.
Las nuevas tecnologías en los procesos participativos suponen un instrumento para fortalecer y complementar la comunicación y la información de los ciudadanos necesarias para que la participación ciudadana sea real. Por otra parte el hecho de permitir reducir costes y superar las dificultades de espacio y de tiempo facilita la frecuencia de las consultas a los ciudadanos sobre decisiones públicas a tomar. En este sentido las nuevas tecnologías hacen más llano el camino de la democracia representativa hacia una forma más participativa de hacer política.
La participación ciudadana a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación no puede sustituir la participación presencial, sino que debe suponer un complemento a las prácticas políticas análogas tradicionales, que tienen fuertes elementos socializadores que van más allá de la participación. Por otra parte, la utilización de las nuevas tecnologías en la participación ciudadana no debe suponer un elemento discriminatorio o esbiaixador del perfil de personas que participan en un proceso, por lo que conviene tener presente que la fractura digital imposibilita el acceso a las nuevas tecnologías a buena parte de la población que quedaría excluida de una participación exclusivamente virtual.
Así pues las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son herramientas al servicio de las instituciones y los ciudadanos, versátiles a la utilización que se haga. En este sentido pueden facilitar la información y comunicación de los ciudadanos e incluso su participación en determinados procesos sin que la toma de las decisiones finales por parte de las instituciones se vea alterada, o bien pueden facilitar mecanismos de innovación democrática haciendo avanzar las democracias representativas actuales hacia democracias más participativas o incluso hacia una e-democracia directa.
Las nuevas tecnologías han supuesto un gran paso adelante en cuanto a las posibilidades técnicas que abren a la democracia participativa. A partir de aquí se abre un proceso para ir avanzando hacia la creación y consolidación de una cultura participativa fuerte, arraigada en las instituciones ya la ciudadanía que, velando por disminuir y paliar los efectos de la brecha digital, se articule con la nueva cultura digital y las utilice en todas sus potencialidades.
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